Marta:
No voy a hacerlo.
Lo sé, sé que lo hablamos por teléfono
durante horas, que el tiempo pasa y no me espera y que para hoy, a las 6:00 pm,
será ya demasiado tarde. ¡Pero es que no puedo! Cuando vino a despedirse en la
mañana, me di cuenta de que no podía ser ese inconveniente que llega en el
momento justo para frustrar el vuelo de un soñador. Y sí, lo he pensado ya
demasiado; me he preocupado porque mi corazón no ha parado de latir con fuerza
en todo este día, como si empujara las palabras por la garganta, pero mi boca se
negara a dejarlas salir. Es mejor así.
Hace tres años, cuando llegó, nos dejó bien
claro lo que quería y que solo estaría un tiempo aquí, ¿te acuerdas? Incluso
dijo que no debíamos tomarle cariño, porque a fin de cuentas, no se quedaría
para siempre. Así sin más resulta obvio que mis palabras no harán más que
estorbar, justo como me han estorbado estos sentimientos todo este tiempo. Lo
supe desde un principio, pero lo dejé continuar, como para ver hasta dónde podía
llegar. Antes de decir adiós, vi en sus ojos mi reflejo y, por un instante, no
más de dos segundos, creí que se concedería mi deseo; que estaba ahí, listo
para que lo tomara. Pero parpadeó y el momento se perdió. Entonces lo supe.
Supe con certeza lo que ya sabía en mi corazón.
Como mi amiga has cumplido tu labor con
creces: me diste valor y esperanza cuando mis ojos estuvieron a punto de perder
la batalla, mientras nos explicaba que se iría en dos semanas. Por eso te
agradezco como no te puedes imaginar.
Pero yo, como todos los demás, he sido víctima
del tiempo. Parece que todo en esta vida tiene un límite muy marcado; por eso,
ahora, después de tantos años, entiendo el amor platónico de mi abuela hacia Colombia,
el “idealizado”, según ella misma, por haberse tenido que ir de su país siendo
tan joven. Lo entiendo, yo, que soy tan poco sentimental. Aunque, si lo pienso
bien, esto, más allá de ser puro sentimentalismo, es la flor de mi romanticismo.
Te confieso que yo también quise ese final perfecto de las películas de las que
nos burlamos con tanta facilidad cuando éramos más jóvenes.
Parece tonto ahora que leo esta carta. ¡Con
cuánta facilidad hablo de estas cosas últimamente! Creo que hasta a mí me doy
lástima. Y, a pesar de eso, no se me olvida cuando me dijiste que ser
lamentable también era parte de la vida.
Pero, ¿sabes? Se ha ido con una sonrisa en
su rostro de mi casa y, aunque me duele como no te imaginas, por un segundo, me
sentí conforme. Ahora estará abordando el avión y presiento que ha sido un
adiós definitivo, pero, por estúpido que te parezca, no me arrepiento. Claro,
esto lo digo en un momento de lucidez, ¿quién sabe mañana? O en una hora,
cuando sepa que el avión se ha ido…
Marta. No pude hacerlo.
-D
No hay comentarios:
Publicar un comentario
"La tolerancia es el fundamento de convivir en paz y entendiendo que en el mundo somos diferentes"
-Mujica